El arroz con leche es un postre extendido por la gastronomía de prácticamente todo el mundo. No es una receta de elaboración tan antigua en Galicia como pueden ser las castañas con leche, pero tiene mucho arraigo en nuestra gastronomía reciente.
En mi casa la tía Carmiña le echaba "pelín" de brandy Felipe II. Di tú que el monarca servía lo mismo para las gotas del café, para la Contesa que para los tan necesarios lingotazos entre olla y alacena que, sospecho, eran la clave del éxito de las recetas.
La receta original o, al menos el tipo de preparación, viene, por lógica, de los grandes humedales del continente asiático, donde se empezó a trabajar con el arroz como base de la alimentación de miles de personas. En el viaje comercial que vivió el arroz hacia el continente europeo, se asentó fuertemente en la actual Turquía, muy especialmente en las regiones que lindan con el Mar Negro.
Se dice que fue aquí, en la ciudad costera de Trebisonda, donde se preparó el primer arroz con leche parecido al que tomamos hoy.
En el caso de la ciudad turca (por entonces, posiblemente bizantina) preparaban el arroz con leche muy espeso y lo endulzaban con frutos pasos, especias y melaza en vez de con azúcar. La leche, además, era de cabra al principio, y la mezcla se hacía en grandes ollas de barro a fuego casi de brasas.
Pero, claro, qué me importará a mí, diría mi tía Carmiña, quién hizo el primer arroz con leche. Que a la tal Trebisonda no le conoce la familia y que nunca escuchó hablar de esa señora. Y ¡válgame el cielo! que tenga que venir una de fuera a decirle que hizo ella un postre que su madre.
Entonces, por no discutir, aquí vá la que hacía mi tía que, aunque no sea la original di la de la tal Trebisonda, es en la que comimos todos como alimañas y ni tan mal.
- 200 gr de arroz
- 1 litro y medio de leche entera
- 200 gr de azúcar
- 50 gr de margarina o mantequilla
- Una cáscara de limón
- 1 vaso de agua
- Brandy… al gusto (tamén es prescindible, ojo)
Suele estar sobre una hora y 20 minutos, pero depende de si os gusta el grano más duro o un postre más espesito.
Ya véis que no hay una receta más fácil ni más buena. Eso si, si hacéis uso del Felipe II durante la elaboración, acordaos de poner una alarma, ¡no os vaya a quedar la leche al fuego!