Como veíamos en el artículo sobre la figura de la lechera, fue una figura hondamente arraigada en nuestra cultura. Tanto es así que tiene una presencia muy relevante en el arte.
Se trata de una figura que ha sido idealizada. Melancólica, ingénua, cándida, siempre acompañada de su cántaro y sola. Suele ser representada como una figura fuerte y dura.
Todas estas características aparecen en las obras que hemos elegido para analizar.
La fortaleza
En el que, posiblemente sea el cuadro más conocido con esta temática, La Lechera de Johannes Vermeer, se aprecia perfectamente esa dureza. La propia elección de la representación pétrea de la protagonista le traslada al espectador la sensación de estar delante de una escultura más que de un óleo.
La lechera. Johannes Vermeer, 1658-1660
Poco contraste hai entre la obra de Vermeer y el Monumento á leiteira de la Alameda de Compostela del escultor Fernando Blanco. Es la misma mujer fuerte, robusta e inaccesible. Solamente hai trabajo y permanencia tanto en la obra del holandés como en la del escultor de O Carballiño.
Monumento á Leiteira. Fernando Blanco, 1930
La melancolía
El pintor manchego Casto Plasencia y Maestro consigue la representación definitiva de la tristeza de la lechera.
Pese a que el vestido y las joyas de la modelo no coinciden en absoluto con la indumentaria tradicional de una lechera, de algún modo son esos "excesos" los que acentúan el contraste del pesar de su mirada y lo que se intuye de una tristeza abismal, posiblemente fruto de la dinámica vital de esa trabajadora.
La lechera. Casto Plasencia, 1889
La soledad
La brutalidad del óleo de la artista estadounidense Anna Huntington Stanley radica en la analogía de la lechera con un animal de tiro, con la vaca.
Esclavizada pero, fundamentalmente, sola, la mujer que vemos en la obra carga como un animal a través de un campo en el que malamente se intuye el final. Una travesía que la lechera está condenada a hacer en soledad como un castigo prometeico.
Lechera. Anna Huntington, 1889
De otra forma pero con un trasfondo semejante, tenemos la representación de Manuel López Garabal. El pintor compostelano dibuja a dos mujeres en lo que parece la Praza do Toural después de una jornada de trabajo a la que todavía le queda la vuelta a pié y las labores de la casa.
Lo más llamativo del cuadro es la sensación de introspección. Las dos mujeres que vemos en el suelo están completamente solas, ajenas la una a la presencia de la otra, compartiendo cansancio y sufrimiento.
Leiteiras. López Garabal, 1950
La candidez
Como decíamos al principio, la figura de la lechera tiene asociadas connotaciones de castidad y candidez.
En una vertiente mucho más bucólica que la de las obras anteriores, el pintor francés Cristophe Huet representa a una joven muchacha, ingenua y no exenta de erotismo, a la que se le puede augurar alguna desgracia inminente fruto de esa credulidad cándida que comentamos. Con la única compañía de su cántaro, va confiada por los caminos, seguramente con ensoñaciones como en el Cuento de la Lechera. La fábula popular que ejemplifica los peligros de la construcción de castillos en el aire viene a reafirmar las características de la figura de la lechera: la soledad, la ingenuidad o la tristeza de la miseria.
La lechera. Cristophe Huet, 1700-1759